miércoles, 26 de septiembre de 2007

Bibliografía general

Utilizaré este post a partir de ahora para ir apuntando las referencias bibliográficas que encuentre acerca de lo oculto y temas afines a lo largo de la historia de la literatura española.

- Mérida Jiménez, Rafael M., "El arte de la nigromancia", en El gran libro de las brujas, Barcelona, RBA, 2004, pp. 299-326.

- Mérida Jiménez, Rafael M., "Los oficios de Celestina", en El gran libro de las brujas, Barcelona, RBA, 2004, pp. 327-361.

- Mérida Jiménez, Rafael M., "Merlín en tierras hispánicas", en El gran libro de las brujas, Barcelona, RBA, 2004, pp. 282-288.

- Muñoz Goulin, Julián, "La brujería en el arte y en la literatura española", en Las brujas, Madrid, Acento Editorial, 2002, pp. 42-48.

Esto es lo que he encontrado. Por el momento.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Para ahuyentar pesadillas

(Vaya, Pesadilla en Elm Street, qué recuerdos. Acabo de comprobar que en su cuarta parte la protagonista acaba con Freddy ayudándose de un supuesto poema infantil, el cual recitado como un mantra protege contra los malos sueños. Desconozco si se corresponde con una composición real o es invención de los guionistas.)

Ahora voy a echarme a dormir.
El señor de los sueños cuidará de mí.
Y en el reflejo del ojo de mi mente,
el mal se verá a sí mismo y morirá.

(Pesadilla en Elm Street 4. El amo de los sueños, Renny Harlin (dir.), William Kotzwinkle y Brian Helgeland (guion), 1988, min. 79 (aprox), versión doblada.)

jueves, 13 de septiembre de 2007

Próspero abjura de su poder

(De La tempestad. Próspero renuncia a su magia. Según una nota de Ángel-Luis Pujante, de cuya edición he extraido el texto, la primera parte está basada en la invocación de Medea en el séptimo libro de de las Metamorfosis de Ovidio.)

¡Elfos de los montes, arroyos, lagos y boscajes
y los que en las playas perseguís sin huella
al refluyente Neptuno y le huís
cuando retorna! ¡Hadas que, a la luna,
en la hierba formáis círculos, tan agrios
que la oveja no los come! ¡Genios, que gozáis
haciendo brotar setas en la noche y os complace
oír el toque de queda, con cuyo auxilio,
aunque débiles seáis, he nublado
el sol de mediodía, desatando fieros vientos
y encendido feroz querra entre el verde mar
y la bóveda azul! Al retumbante trueno
le he dado llama y con su propio rayo he partido
el roble de Júpiter. He hecho estremecerse
el firme promontorio y arrancado de raíz
el pino y el cedro. Con mi poderoso arte
las tumbas, despertando a sus durmientes,
se abrieron y los arrojaron. Pero aquí abjuro
de mi áspera magia y cuando haya, como ahora,
invocado una música divina
que, cumpliendo mi deseo, como un aire
hechice sus sentidos, romperé mi vara,
la hundiré a muchos pies bajo la tierra
y allí donde jamás bajó la sonda
yo ahogaré mi libro.

(William Shakespeare, "La tempestad", en Obras seléctas, A. L. Pujante (ed. y trad.), Madrid, Espasa Calpe, 1999, pp. 683-684.)

sábado, 8 de septiembre de 2007

Un poco de burocracia satánica

(Lo siguiente es un modelo de pacto con el diablo contenido en Las nueve puertas al reino de las sombras, grimorio imaginado por Pérez-Reverte en El club Dumas.)

Aceptarás el pacto de alianza que te ofrezco, entregándome a ti. Y me prometerás el amor de las mujeres y la flor de las doncellas, el honor de las monjas, las dignidades, los placeres y riquezas de los poderosos, príncipes y eclesiásticos. Fornicaré cada tres días y la embriaguez me será gustosa. Una vez al año te ofreceré homenaje de confirmación de este contrato firmado con mi sangre. Hollaré con los pies los sacramentos de la iglesia y te dirigiré oraciones. No temeré la cuerda, ni el hierro, ni el veneno. Pasaré entre apestados y leprosos sin mancillar mi carne. Pero sobre todo poseeré el Conocimiento, por el que mis primeros padres renunciaron al paraíso. En virtud de este pacto me borrarás del libro de la vida para apuntarme en el libro negro de la muerte. Y desde ahora viviré veinte años feliz en la tierra de los hombres. Y luego iré contigo, a tu Reino, a maldecir a Dios.

(Y un poco más adelante:)

Reconoceré a tus siervos, mis hermanos, por la señal impresa en alguna parte de su cuerpo, aquí o allá, cicatriz o marca tuya...

(Arturo Pérez-Reverte, El club Dumas, Santillana, Madrid, 1993, p. 328.)

jueves, 6 de septiembre de 2007

En la madera

(Los sitiales de la catedral de Barchester contenían tres singulares tallas: un gato encogido y acechante, un rey con orejas puntiagudas y cuernos sentado en su trono y, por último, un encapuchado de rasgos hundidos. Dentro de una de las figuras se escondía un trozo de cartulina con un hechizo escrito. Autor del relato: el gran M. R. James. Traductor: Francisco Torres Oliver.)

Cuando vivía en el bosque
Me regaban con sangre.
Ahora estoy en la iglesia
Y a quien me toca con su mano,
Si la tiene manchada de sangre
Le aconsejo ser precavido
No reciba algún golpe,
Sea de día o de noche.
Y sobre todo cuando sopla el viento
En las noches de febrero.

(M. R. James, “Los sitiales de la catedral de Barchester”, en Más historias de fantasmas de un anticuario, Valdemar, Madrid, 2003, p. 140.)

lunes, 3 de septiembre de 2007

Hermosos cielos puros...

(La de Fausto acabó por eclipsar a todas las demás, pero leyendas sobre pactos con el demonio hubo muchas en la Edad Media: Teófilo, Fray Gil de Santarem, Cipriano... Sobre este último, célebre hechicero pagano, Calderón de la Barca escribió una recomendable obra de teatro titulada El mágico prodigioso. De ella está sacado este conjuro, que un exultante Cipriano lanza a las fuerzas de la naturaleza tras salir de la caverna donde el demonio le ha enseñado los secretos de la magia.)

Hermosos cielos puros,
atended a mis mágicos conjuros;
blandos aires veloces,
parad al sabio estruendo de mis voces;
gran peñasco violento,
estremécete al ruido de mi acento;
duros troncos vestidos,
asombraos al horror de mis gemidos;
floridas plantas bellas,
al eco os asustad de mis querellas;
dulces aves süaves,
la acción temed de mis prodigios graves:
bárbaras, crueles fieras,
mirad las señas de mi afán primeras;
porque ciegos, turbados,
suspendidos, confusos, asustados,
cielos, aires, peñascos, troncos, plantas,
fieras y aves, estéis de ciencias tantas;
que no ha de ser en vano
el estudio infernal de Cipriano.

(Calderón de la barca, El mágico prodigioso, Ediciones Cátedra, Madrid, 1996, (vv. 2046-2065).)

sábado, 1 de septiembre de 2007

Una condenación

(La Condesa acudió a la persona indicada para vengar a su hija de la maldad del capellán. Cuando le pregunta a la saludadora si conoce cómo hacer condenaciones, ya sabe que la respuesta será afirmativa. Un espejo, siete hojas del breviario del sacerdote y unas pocas palabras le bastan a la anciana para tejer un efectivo maleficio. Esta escena nos la describe Valle-Inclán, conocedor del folclore gallego y aficionado de joven al espiritismo, en "Beatriz ", uno de los cuentos recogidos en Jardín umbrío.)

¡Satanás! ¡Satanás! Te conjuro por mis malos pensamientos, por mis malas obras, por todos mis pecados. Te conjuro por el aliento de la culebra, por la ponzoña de los alacranes, por el ojo de la salamántiga. Te conjuro para que vengas sin tardanza y en gravedad de aqueste círculo del Rey Salomón te encierres, y en él te estés sin un momento te partir, hasta poder llevarte a las cárceles tristes y escuras del Infierno el alma que en este espejo agora vieres. Te conjuro por este rosario que yo sé profanado por ti y mordido en cada una de sus cuentas. ¡Satanás! ¡Satanás! Una y otra vez te conjuro.

(Ramón del Valle-Inclán, "Beatriz", en Jardín umbrío. Historias de santos, de almas en pena, de duendes y ladrones, Miguel Díez Rodríguez (ed.), Espasa-Calpe, Madrid, 1992, p. 102.)

jueves, 30 de agosto de 2007

Sujetando demonios

(A veces en los cómics también se puede encontrar buenos conjuros. Estos dos son muy similares: en el fondo, los dos sirven para sujetar a un demonio bajo el poder del brujo. Ambos están sacados de una misma historia de la magnífica serie sobre Hellboy creada por Mike Mignola, y poseen cierto distanciamiento humorístico. Figura como traductor de ese número Carles M. Miralles.)

(Igor Bromhead acaba de liberar al demonio Liliac de la caja de metal en la que el santo Dunstan lo había aprisionado con unas tenazas mil años atrás. Protegido por una imagen del santo, intenta hacer que Liliac le obedezca como a su amo.)

Armado del poder de su majestad suprema, yo te ordeno y mando, oh, espíritu, por el que dijo una palabra y con ella lo dijo todo. Por los nombres de Adonai, El, Elohim, Ehyeh Asher Ehyeh y Zobaoth. Por Dunstan, el Santo, tu carcelero, cuya imagen me protege. Y por tu mismísimo nombre secreto, Liliac, demonio menor del infierno, pues sabiéndolo tengo poder sobre ti. (…) En su nombre, yo te ordeno. Y por sus santas tenazas. Y por este nombre, Tetragrámaton Jehová, te ordeno y mando, pues al oírlo se desencadenan los elementos, laméntase el aire, el mar se retira… Dame riqueza y poder.

(Ahora Bromhead, acompañado de Liliac, a quien ya ha sometidoa su poder, intenta hacer lo mismo con Hellboy. Recordemos que Hellboy no deja de ser un demonio, aunque haya escogido su propio destino.)

Anung Un Rama (supuesto nombre secreto de Hellboy)… Te maldigo y te maniato con cadenas de hielo y lenguas de fuego… Te ordeno por tu mismísimo nombre secreto, pues por medio de ese nombre ejerzo poder sobre ti. ¡Ahora! (…) Yo te ordeno y mando, por Belam, Belfegor y Molech, por los príncipes y ministros más poderosos de las órdenes infernales, por Astar… (aquí, suponemos, se va a referir a Astaroth, pero Liliac le corta antes de que pueda completar el nombre: “¡No! ¡No! No nombres a ese, que sus favores salen muy caros”.) Entonces te mando por mi propio nombre, Igor Weldon Bromhead… y por Liliac, tu propio primo, que te traicionó. (Aquí seguirían unas palabras en supuesta jerigonza diabólica con una finalidad muy concreta y que no reproducimos al no considerarlo de interés.)

(Mike Mignola, “La caja del mal”, en Hellboy. La mano derecha del destino, Norma Editorial, Barcelona, 2004, [s. pp.])

miércoles, 29 de agosto de 2007

Canción de brujería

(El siguiente es un poema con forma de conjuro, o tal vez un conjuro disfrazado de poema, compuesto por el poeta granadino Luis García Montero. Incluido por primera vez en el libro Habitaciones separadas, aparece también en su antología Casi cien poemas, en la cual tuve la suerte de encontrarlo.)

Señor compañero, Señor de la noche,

haz que vuelva su rostro
quien no quiso mirarme.

Que sus ojos me busquen
sostenidos y azules
por detrás de la barra.

Que pregunte mi nombre
y se acerque despacio
a pedirme tabaco.

Si prefiere quedarse,
haz que todos se vayan
y este bar se despueble
para dejarnos solos
con la canción más lenta.

Si decide marcharse,
que la luna disponga
su luz en nuestro beso
y que las calles sepan
también dejarnos solos.

Señor compañero, Señor de la noche,

haz que no cante el gallo
sobre los edificios,

que se retrase el día

y que duren tus sombras
el tiempo necesario.

El tiempo que ella tarde en decidirse.

(Luis García Montero, “Canción de brujería”, en Casi cien poemas. Antología (1980-1995), Hiperión, Madrid, 1997, p. 153.)

martes, 28 de agosto de 2007

Conjúrote, triste Plutón...

(Fruto de los conocimientos nigrománticos de la Celestina, el siguiente conjuro intenta obligar a las fuerzas infernales a intervenir para que Melibea se enamore de Calisto.)

Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos que los hervientes étnicos montes manan, gobernador y veedor de los tormentos y atormentadores de las pecadoras ánimas, regidor de las tres furias, Tesífone, Megera y Aleto, administrador de todas las cosas negras del regno de Éstige y Dite, con todas sus lagunas y sombras infernales y litigioso caos, mantenedor de las volantes harpías, con toda la otra compañía de espantables y pavorosas hidras. Yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud y fuerza de estas bermejas letras, por la sangre de aquella noturna ave con que están escritas, por la gravedad de aquestos nombres y signos que en este papel se contienen, por la áspera ponzoña de las víboras de que este aceite fué hecho, con el cual unto este hilado, vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad y en ello te envuelvas, y con ello estés sin un momento te partir, hasta que Melibea con aparejada oportunidad que haya lo compre, y con ello de tal manera quede enredada, que cuanto más lo mirare, tanto más su corazón se ablande a conceder mi petición. Y se le abras y lastimes del crudo y fuerte amor de Calisto, tanto, que, despedida toda honestidad, se descubra a mi y me galardone mis pasos y mensaje; y esto hecho pide y demanda de mí a tu voluntad. Si no lo haces con presto movimiento, ternásme por capital enemiga; heriré con luz tus cárceres tristes y escuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras; apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre, y otra y otra vez te conjuro, y así confiado en mi mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te llevo ya envuelto.

(Fernando de Rojas, La Celestina, Ed. Crítica, Barcelona, 2000, pp. 108-110.)

sábado, 25 de agosto de 2007

Coordenadas preliminares

El libro de los conjuros fingidos tiene muchas páginas, aunque no sean de papel, pero de momento están todas en blanco. Espero irlas llenando poco a poco con los conjuros, encantamientos, hechizos, invocaciones y ensalmos que encuentre en novelas, relatos, libros de poemas y películas, para que al final quede así conformada una recopilación lo más completa posible.

Mi motivación es meramente lúdica y juguetona. No obstante, cada uno puede utilizar estos conjuros para lo que considere más conveniente, incluso con intenciones mágicas. Pues aunque su origen esté en la ficción, a fin de cuentas, ¿qué quiere decir eso?¿Acaso no puden ser tan válidos como los encantamientos contenidos en polvorientos grimorios estos otros, dictados por las misteriosas entidades que susurran al oído de artistas y poetas?

Se me ocurren dos razones para apoyar la validez mágica de los conjuros creados por los alquimistas de la palabra.

En primer lugar, que detrás de muchas novelas y de muchos guiones de películas hay una importante labor de documentación que rastrea en fuentes que pretenden ser auténticas (y en algunas ocasiones los propios autores son expertos en temáticas ocultistas, brujeriles, etc.).

En segundo lugar, que los maestros del esoterismo nos dicen que la sabiduría está oculta, y requiere que la busquemos para ascender en el conocimiento. Si esto es así, qué mejor disfraz para la auténtica sabiduría que el de la mentira. Qué mejor escondite para los auténticos conjuros y hechizos que una vitrina de cristal, a la vista de todos, pero con una etiqueta donde pone: "No me creas, soy sólo ficción".

Sin embargo, yo no soy un iniciado en la brujería o el ocultismo, nada más lejos de la realidad, ni siquiera soy un experto en tales temas. Tan sólo un aprendiz de filólogo que busca entretenimiento en una labor de recopilación más o menas erudita. Espero que tú, futuro lector, también lo encuentres en las páginas de este libro sin páginas.