viernes, 29 de agosto de 2008

Maldición de las criaturas feéricas

(Terrible esta maldición entretejida por el inigualable Lord Dunsany, y en la cual no se libra ninguno de los seres sobrenaturales que pueblan los cuentos de fantasía, y ni siquiera los cuentos mismos. Extraída de su novela La hija del Rey del País de los Elfos. Figura como traductor Rubén Masera.)

Malditas sean todas las criaturas errantes cuya morada no esté en la Tierra. Malditas sean todas las luces que habitan en helechos y en lugares cenagosos. Sus hogares se encuentran en las profundidades de los marjales. Que de modo alguno se muevan de allí en tanto no llegue el Último Día. Que se queden en su sitio a la espera de la condenación.

Malditos sean los gnomos, los trasgos, los elfos y los duendes en la tierra y todos los espíritus de las aguas. Y los faunos sean malditos y los que van en pos de Pan. Y todos los que moran en los brezales fuera de las bestias y los hombres. Malditas sean las hadas y todos los cuentos que de ellas se cuentan, y lo que encante los prados antes de la salida del sol, y todas las fábulas de autoridad dudosa, y las leyendas que legan los hombres desde tiempos no consagrados.

Malditas sean las escobas que abandonan su sitio junto al hogar. Malditas sean las brujas, y todo modo de brujería.

Malditos sean los anillos de setas y todo lo que dentro de ellos baila. Y todas las luces extrañas, las canciones extrañas, las sombras extrañas y los cuentos de viejas y lo que se hace en las Noches de San Juan; todas estas cosas sean malditas junto con lo que se inclina hacia el País de los Elfos y lo que viene de allí.

(Lord Dunsany, La hija del Rey del País de los Elfos, Edicomunicación, Barcelona, 2001, pp. 221-222.)

jueves, 26 de junio de 2008

Sacrificio al dios serpiente

(Extraído de la pintoresca adaptación de La guarida del gusano blanco realizada por Ken Russell en 1988. La sobrenatural villana de la peli, una especie de vampira serpiente, intenta acrecentar el poder de su dios, al cual el guionista ha castigado con inverosímil nombre de Dionin. Ingredientes necesarios: una gigantesca cabeza de ofidio prehistórico, un pozo con monstruoso gusano blanco al fondo y una doncella virgen de veintitantos años. Película tan estrafalaria como entretenida.)

¡O Dionin, que viniste de las tinieblas!
¡Dionin, que moraste en paz en el Jardín del Edén!
¡Dionin, que nos diste el don del conocimiento!
¡Dionin, que sufriste la ira del falso dios!

¡Dionin, que fuiste expulsado del Edén por el falso dios!
¡Dionin, que fuiste pisoteado por el hijo del hombre!
¡Dionin, que regresaste a las tinieblas!
¡Dionin, cuyo reino son las tinieblas!

¡Dionin, que proteges nuestras tinieblas!
¡Dionin, que eres las tinieblas!
¡Dionin El Inmortal, acepta este nuestro sacrificio!

A través de las tinieblas reinas.

¡Dionin! ¡Dionin, que surgiste de las tinieblas!
Dionin, que moraste en paz en el jardín del edén,
de la carne virgen, noble muerte que nutre,
acepta este sacrificio.

(La guarida del gusano blanco, Ken Russell (dir.), Ken Russell (guion), 1988, min. 78 (aprox), versión doblada.)