martes, 21 de julio de 2009

Invocación a Hécate

Hécate es la diosa griega de la magia, la noche y la brujería. Se la puede ver en las antiguas vasijas de cerámica como una doncella vestida con vestido corto y altas botas de caza que porta en la mano una o dos antorchas. Sus estatuas, dotadas de triple rostro, presidían las encrucijadas, lugar mágico por excelencia.

Durante la noche, Hécate guiaba a los fantasmas en su eterno vagabundear sobre la superficie de la tierra. Era invocada sobre todo por brujas y nigromantes, quienes la tenían por patrona, y a cuya llamada ella en ocasiones respondía: la tierra temblaba entonces, las rocas sangraban y los ladridos de una jauría invisible llenaban de malos presagios la oscuridad.

“Infernal, terrenal y celestial. Diosa de las encrucijadas, reina de la noche. Amiga y compañera de la oscuridad. Tú que te regocijas al ver la sangre. Tú que vagas entre las tumbas. Tú que estás sedienta de la sangre y del terror de los mortales. Gorgo, Mormo, Luna de mil formas… Hécate. Yo te conjuro e invoco. Yo te ordeno.”

-Mike Mignola, Hellboy. La oscuridad llama, Jane Yolen (trad.), Barcelona, Norma Editorial, 2008.

-Imagen vía: wikipedia.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Contra los hacedores de muñecos


Esta maldición abre el último capítulo de ¡Arde, bruja, arde!, novelita pulp publicada entre 1932 y 1933 por el norteamericano Abraham Merritt. Los protagonistas de la narración combaten a una bruja que fabrica muñecas diabólicas capaces de moverse por sí mismas. Para animarlas emplea parte de la esencia espiritual de las personas a las que engaña para que posen como modelo, quienes mueren en el preciso momento que las figuras adquieren vida. Según el personaje que narra la historia, el siguiente texto procede de una tabla de arcilla de la época de Asurbanipal:

"Hicieron efigies comparables a mi imagen, similares a mi forma, ellos, que me arrebataron el aliento, que me arrancaron el cabello, que desgarraron mis vestidos, que, mediante polvo, impidieron que mis pies se movieran; que me frotaron con un ungüento de hierbas malignas; que me condujeron a la muerte. ¡Oh, Dios del Fuego, destrúyelos!"

-Abraham Merritt, ¡Arde, bruja, arde!, J. M. Lalanda (trad.), Madrid, Anaya, 1994, p. 197.


-Imagen: fotograma de la película danesa Baby doll, vía Europeana.

lunes, 13 de abril de 2009

Para que una presencia invisible se identifique

Extraído de La sangre de los elfos, tercera novela de la saga de Geralt de Rivia, de Sapkowski. La hechicera Triss Merigold se introduce en lo sueños de Ciri, la discípula que el destino envió al brujo de Rivia, con el objetivo de ver por si misma las horribles pesadillas supuestamente proféticas que padece la muchacha e intentar averiguar quién o qué las provoca. Para más información sobre el contexto, remito a las novelas de Sapkowski, lectura muy recomendable tanto para seguidores fantasía épica como para ajenos al género.

"Por el poder de las esferas. Por el agua, el fuego, la tierra y el aire, yo te conjuro. Te conjuro en la mente, en el sueño y en la muerte, en todo lo que fue, en todo lo que es y en todo lo que vendrá. Te conjuro. ¿Quien eres? ¡Habla!"

-Andrzej Sapkowski, La sangre de los elfos, J. M. Faraldo (trad.), Madrid, Alamut, 2008, p. 75.

martes, 24 de febrero de 2009

Invocación al Señor de las Sombras

Otro conjuro para invocar al Maligno, en esta ocasión extraído de la novela juvenil de género fantástico El Dueño de las Sombras, de Care Santos. La historia, contada por un narrador muy especial, comienza con la misteriosa desaparición de una de las hermanas Albás, familia maldita desde que siglos antes uno de sus miembros pactase con el demonio. La invocación utilizada en ese pacto es la siguiente (importante situarse dentro de una estrella de David perfectamente dibujada en el suelo mientras se pronuncia):

"Lucifer, Belcebú o Astarot, Príncipe del Mundo, yo te imploro, oh, patrono, Señor de todos los espíritus, y te entrego mi alma, mi corazón, mis vísceras, mis manos y mis pies, todo mi ser. Oh, Gran Señor, dígnate serme propicio en la labor que te voy a encomendar."

-Care Santos, El Dueño de las Sombras, Barcelona, Ediciones B, 2006, pp. 351-352.

sábado, 7 de febrero de 2009

Exhortación a las criaturas vascas de la noche

"La dama de Urtubi" es un cuento bastante extenso de Pío Baroja sobre el célebre caso de las brujas de Zugarramurdi. Circula entre el relato histórico, la narración de aventuras y el estudio antropológico, y su división en capítulos sugiere que podría tratarse del borrador de una novela nunca escrita. En un punto del cuento (como no podía ser de otra manera) se nos describe un aquelarre, en el cual participa un picaresco poeta llamado Cahusac que pone su musa al servicio de la ocasión. Realmente, el conjuro en sí empezaría a partir de "¡Hadas! ¡Silfos! etc.", pero como la parte anterior pone en contexto el conjuro, además de poseer un difuso aire de invocación, transcribo todo el parlamento:

"...Ahora, en este momento en que toda la vida oscura de la Naturaleza palpita en el misterio; en que se oyen los mil ruidos furtivos de la noche; en que el agua de este arroyo va llevando su canción mixta de alegría y de queja al mar... Ahora que en el negro cielo tiembla una estrella de plata; ahora que el terrible Basojaun lanza su mirada roja por entre las ramas del bosque; en que la Leheren-suguia de las cuevas pirenaicas extiende sus siniestras alas por el aire, y la corneja lanza su grito agorero en las selvas; ahora, el poeta oye la voz de la soledad, la voz del silencio, que se levanta como la vaga niebla del amanecer, y dice a sus vasallos, a la terrible fauna que puebla el inquieto imperio de la noche: ¡Hadas! ¡Silfos! ¡Sorguiñas! ¡Baso-jaunes! ¡Lamias!, que peináis vuestros cabellos de oro en los arroyos de Zugarramundi. ¡Espíritus del viejo solar vasco! ¡Andad! ¡Corred por las perfumadas vertientes del monte Larrum! ¡Despeñaos por entre las rocas! ¡Marchad volando por los regatos, y rendid homenaje a las bellas damas que adornan esta selvática morada! Vosotras, sabias hechiceras, envejecidas en el estudio de la ciencia de los sortilegios, sacad de las hierbas los perfumes más dulces, los néctares más enervadores, que hagan olvidar el nepenthes griego; dadnos en el fondo del baso la alegría para correr en locas rondas por los prados virgilianos, el corazón ligero para amar a nuestras compañeras y el ingenio sutil para tejer en su honor pensamientos sublimes..."

-Pío Baroja, "La dama de Urtubi", en Cuentos, Madrid, Alianza, 2004, pp. 222-223.