viernes, 29 de agosto de 2008

Maldición de las criaturas feéricas

(Terrible esta maldición entretejida por el inigualable Lord Dunsany, y en la cual no se libra ninguno de los seres sobrenaturales que pueblan los cuentos de fantasía, y ni siquiera los cuentos mismos. Extraída de su novela La hija del Rey del País de los Elfos. Figura como traductor Rubén Masera.)

Malditas sean todas las criaturas errantes cuya morada no esté en la Tierra. Malditas sean todas las luces que habitan en helechos y en lugares cenagosos. Sus hogares se encuentran en las profundidades de los marjales. Que de modo alguno se muevan de allí en tanto no llegue el Último Día. Que se queden en su sitio a la espera de la condenación.

Malditos sean los gnomos, los trasgos, los elfos y los duendes en la tierra y todos los espíritus de las aguas. Y los faunos sean malditos y los que van en pos de Pan. Y todos los que moran en los brezales fuera de las bestias y los hombres. Malditas sean las hadas y todos los cuentos que de ellas se cuentan, y lo que encante los prados antes de la salida del sol, y todas las fábulas de autoridad dudosa, y las leyendas que legan los hombres desde tiempos no consagrados.

Malditas sean las escobas que abandonan su sitio junto al hogar. Malditas sean las brujas, y todo modo de brujería.

Malditos sean los anillos de setas y todo lo que dentro de ellos baila. Y todas las luces extrañas, las canciones extrañas, las sombras extrañas y los cuentos de viejas y lo que se hace en las Noches de San Juan; todas estas cosas sean malditas junto con lo que se inclina hacia el País de los Elfos y lo que viene de allí.

(Lord Dunsany, La hija del Rey del País de los Elfos, Edicomunicación, Barcelona, 2001, pp. 221-222.)